jueves, 5 de marzo de 2009

Los viejos y los nuevos

Hay una hermosa melodía que se titula Yolanda, de autor cubano, que me transportaba a un mundo ideal, al día en que nació mi primer hijo, a los días formidables en que empezó a tratar de articular la palabra Papá. Debe ser porque estoy envejeciendo que tengo esos recuerdos, o por lo que me mima y endulza la vida ese hijo agradecido, Héctor, que ya ha no es un adolescente y me dice Viejo con nostalgia, quizás porque él empieza a envejecer también.

Tanto aprecia a su viejo que está escribiendo un libro con los recuerdos de su niñez y aludiendo los nombres diversos que yo le decía, pero sobre todo se le quedó grabado uno: Godichín. Claro que es difícil que encuentre editor pero lo que escriba sí puede ser publicado. Eso es ser agradecido.

Mi padre se me fue a lo desconocido hace 20 años, tenía sólo 67, y aun yo no puedo mencionar su nombre pues es como si rompiera algo, mi madre tiene 94 años y necesita mucha más atención que la que necesitaba yo cuando tenía 2 ó 3 años, pero ahí la está recibiendo de los dos hijos que le quedan. Los Viejos lo merecemos todo si hemos aportado todo.

En Cuba, y de manera especial en la Ciudad del Che son muchos los que forman parte de la tercera edad, como dicen algunos, yo prefiero decir adulto mayor, porque, ¿qué hay después de la tercera edad?, todos recibimos esmerada atención de nuestro Estado; a veces, demasiada, pues hay ancianos que tienen descendientes y nuestro Gobierno les ofrece facilidades que debieran asegurar los hijos. Esto sucede por el Gobierno que hay en mi país.

Yo siento un respeto enorme, un cariño inmenso, una deuda de gratitud imposible de pagar hacia ciertos hombres que pasan de 75 años en mi Patria, que para mi son sagrados. ¿Por qué? Te explico.

Los que pasamos los 50 años de edad en Cuba hemos vivido casi todo el tiempo bloqueados por el gobierno imperialista de Estados Unidos de Norteamérica, privándonos de cosas tan elementales como una aspirina o de medicamentos tan imprescindibles con un citostático, pasando por todo lo demás, pero acá abajo siempre hemos sentido el apoyo de los cubanos que están allá arriba gobernando.

Si yo estuviera en desacuerdo con algo de lo que se hace en mi país lo expresaría aquí, no aprovecharía fama y demás para hacerlo fuera de los límites de mi archipiélago, que es la tierra más fermosa que ojos vieron, lo que no decimos nosotros sino lo dijo Cristóbal Colón. Aquí siempre habrá oídos receptivos, pero hacerlo fuera me parece oportunista, sea o no cierto lo que se dice, no cuestiono el contenido sino la forma. Nosotros no hemos olvidado que no vivimos en una sociedad perfecta por lo que estamos obligados a perfeccionarla sin ayuda ni consejos que no pidamos, y que en rigor, no necesitamos pedir.

Los hombres que en Cuba pasan de 75 años y son patriotas han desafiado bloqueos, amenaza nuclear, guerras de tipos diversos, huracanes colosales, amenazas de invasión e invasiones, presiones de amigos aparentes, consejos de amigos en exceso cautelosos, pandemias, etc, etc, son sagrados.

¿Cómo es posible ignorar un hombre sólo porque tenga más de 75 años?

¿Dónde quedaría nuestra ética, nuestro agradecimiento y gratitud? ¿Qué seríamos si hiciéramos eso? Pues, a mi juicio unos infames, para usar un término poético casi para el caso.

Los cubanos hemos cometido algunos errores en los últimos 50 años, lo admito, pero se aceptará que hemos acertado muchas, muchísimas más veces que las que hemos fallado. Los de abajo, los que no tenemos nombres famosos, dólares en cantidades navegables y otras cosas materiales, merecidas o no, seguimos queriendo a nuestros viejos sagrados pase lo que pase, suceda lo que suceda a los intelectuales o un obrero manual. Y por supuesto muchos que tienen dólares también porque yo no critico a quien pueda tener dólares con dignidad, critico al que, por tenerlos, se cree superior y en capacidad de sentirse portavoz.

Hay hombres cargados de años y de tantas virtudes que pudieran compartirlas hasta con enemigos o críticos desleales, y aun seguirían siendo brillantemente excepcionales.

Noto que me estoy poniendo Viejo, pero también noto que reflejo el amor como ayer afortunadamente sin traicionarme, porque vejez y amor no son incompatibles, partiendo de que José Martí escribió en el Álbum de Clemencia Gómez: La amistad no es mas que amor. Si se habla de otra cosa que no es amor necesariamente, entonces si cabe no reflejarlo como ayer. Parece obvio, entonces, que la canción con que empecé estas líneas, hoy ya no me guste tanto como ayer, o sea, hace años cuando empecé a disfrutarla y creer en ella.

Entre tanto mi homenaje a nuestros ancianos gloriosos muchos de los cuales vigilan los medios de que disponen nuestras escuelas de hoy, hacen Ciencia, Docencia etc para que Cuba siga hacia delante.

Arístides Rondón Velázquez,
Santa Clara, 29 de enero de 2009.

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