El 2 de mayo de 1932 nació en Santiago de Cuba, hace 80 años, Juan Nuiry Sánchez, por lo que desde semanas recientes ha estado recibiendo el homenaje de compañeros, amigos, hermanos, alumnos, admiradores, diplomáticos, intelectuales, etc.
Edison Velázquez, otro de los hermanos que me dio el Che, me ha enviado copia de las palabras de homenaje pronunciadas por Raúl Roa Kourí, con ese motivo.
Entre los libros que poseo dedicado por sus autores está en lugar destacado uno de los escritos por Nuiry que dice, entre otras cosas… al historiador, amigo y compañero de ideales. Me enorgullece la sencillez y calidad humana de Hombres como Nuiry, el Maestro.
En testimonio de afecto ilimitado al experimentado Maestro me uno al jubileo y comparto estas palabras íntimas, fraternas y, sobre todo, sinceras del diplomático cubano, pronunciadas en La Habana, el 19 de junio de 2012:
Podía no haber escrito estas palabras, pero en ese caso no tendría la posibilidad de dejárselas a Juan como recuerdo de este convivio amistoso al que nos convocan Miguel Barnet y Nancy Morejón, con el concurso entusiasta de Heriberto Feraudy y todos nosotros. Desde su asiento, Nuiry no podría hoy decir, como Napoleón a sus soldados desde las pirámides de Gizeh, que contempla 20 siglos, pero sí que está frente un grupo de veteranos de las lides en que participó, de manera descollante, en los años ’50 y hasta la fecha. Esa es la ventaja de haber permanecido fiel a los ideales de su juventud y a la revolución de Fidel.
Como muchos otros que asistimos a su fiesta para recordarle que aún en la “tercera edad” se pincha uno los dedos con las espinas de la rosas, yo conocí a Juancito (así le decíamos en “la colina” y hasta ahora) cuando ingresé en la Facultad de ciencias sociales y derecho público,
en 1955. Cursaba el cuarto año de la carrera, era presidente de su Asociación de estudiantes y Vicepresidente de la FEU.
Había favorecido con su voto la candidatura de José Antonio, que así fue electo a la presidencia del máximo organismo estudiantil. Me lo presentó Luis (Luisín) de la Cuesta Leanés, su predecesor como presidente de la Asociación y, a la sazón, director de cultura de la FEU; uno que –no obstante su historial antibatistiano y pensamiento supuestamente progresista— terminó siendo enemigo de la revolución y refugiándose en el escorial de Miami.
Con Juancito y de la Cuesta conocí a José Antonio, quien ya gozaba de merecido prestigio entre el estudiantado, no solo habanero, sino de todo el país, por su valentía y arrojo en el combate contra la dictadura. Trabé amistad con Marcelo Fernández, Julio Fernández Cossío, Sócrates Cobas, Marta Arjona y otros compañeros, al incorporarme a la Dirección de cultura de la FEU, que desempeñaba un papel de vanguardia en la defensa de los valores nacionales y de nuestra identidad cultural, puestos en solfa por los alabarderos de la dictadura en ese frente.
Todos recordamos la participación de Nuiry, del brazo de José Antonio, Fructuoso, Anillo y otros dirigentes de la FEU, encabezando las manifestaciones que descendían la histórica escalinata para chocar, a puño limpio, en San Lázaro e Infanta, con la morralla policial: los chorros de agua, los palos y los fusiles con que el tirano pretendía acallar la protesta del pueblo.
Juan también desplegó una intensa actividad, asistiendo a programas de radio, haciendo declaraciones a la prensa para denunciar la embestida policíaca contra la Universidad, apoyando las actividades culturales organizadas por la FEU, participando en las conferencias de personalidades latinoamericanas (como Rómulo Gallegos, Andrés Eloy Blanco y Enrique Cabrera, por mencionar solo algunos) en el Aula Magna. Juntos, con Marcelo y otros compañeros, fuimos asiduos del Maestro don Jesús Silva Herzog, ilustre economista mexicano y mano derecha del general Lázaro Cárdenas durante la expropiación petrolera de 1918, convidado por mi padre, en 1956, a ofrecer un ciclo de conferencias en nuestra facultad. Le acribillamos a preguntas sobre aquel másculo proceso emprendido entonces por los revolucionarios mexicanos.
Recuerdo haberle visitado, a mi regreso de México --a donde había viajado en representación de la FEU para participar en la Conferencia por la libertad de la cultura-- en el Hospital de Emergencias, donde se hallaba con los demás compañeros que se lanzaron al estadio del Cerro, en medio del juego de béisbol, con una gran tela que condenaba a Batista. Habían sido brutalmente golpeados por los esbirros de azul, algunos con peligro para su vida, pero mantenían su espíritu de lucha y decisión de seguir en ella hasta la derrota del régimen.
Estuvo Juancito entre los compañeros universitarios que acudió a esperar a Fidel y los combatientes del Moncada al salir de la prisión, tras la amnistía que el pueblo arrebató a la dictadura en mayo de 1955. En esas semanas convulsas, que precedieron al exilio del líder de la revolución, tuvo lugar un encuentro de Fidel en nuestra casa, con José Antonio, Nuiry, mi padre y el profesor Rafael García Bárcenas.
Se trataba de un intento más de Fidel de aunar las fuerzas que combatían a la dictadura, pero García Bárcenas -que dirigía a un grupo de jóvenes y conspiraba con oficiales de la Academia Militar y otros—no estuvo de acuerdo con la estrategia propuesta por Fidel, que sí aceptaron los demás.
Por esa razón, Echevarría pidió a Nuiry que le acompañara a México, donde firmó con Fidel, a nombre de la Federación Estudiantil Universitaria, la histórica “Carta” que fuera el sustento de la íntima alianza de lucha entre los estudiantes universitarios, encabezados por la FEU y el Directorio Revolucionario, y el Movimiento 26 de Julio.
No obstante no ser miembro del Directorio, José Antonio convidó a Juan, en quien siempre depositó ilimitada confianza, a participar en las acciones del 13 de marzo de 1957. Nuestro amigo participó, junto a su hermano de lucha y otros compañeros, en la toma de Radio Reloj, regresando después a la colina.
Como siguió el plan trazado –seguir la Calle 25 hasta J y por ésta a la universidad—no fue testigo del choque de José Antonio y sus compañeros con el patrullero de la policía, que bajaba por la calle aledaña a nuestro centro de estudios. Tras aquello hechos, debió asilarse y partir al exilio.
Juan, que entonces era Secretario general de la FEU, quedó al frente de ese organismo, tras el asesinato de Fructuoso Rodríguez y sus compañeros, en Humboldt 7. Fue en su carácter de presidente que dirigió la “Operación Aérea FEU” hasta la Sierra Maestra, incorporándose a la Columna 1 “José Martí”, al mando de Fidel Castro.
Capitán del Ejército Rebelde, Nuiry suscribió en 1958, como presidente de la FEU conjuntamente con Fidel, en el Campamento de la Plata, un documento en el que se ratificaba la Carta de México en todos sus términos.
Al final de la contienda, vino con el Jefe de la revolución en la “caravana de la libertad” hasta La Habana, dirigiéndose al pueblo, el 8 de enero de 1959, desde el Campamento Militar de Columbia, en aquella inolvidable noche en que Fidel habló a todos, después de Nuiry, en su calidad de máximo líder revolucionario, de la enorme tarea que teníamos por delante.
En estos últimos 53 años, Juan ha desempeñado diversos cargos, ora en la docencia bien en la diplomacia y otras esferas. Fue destacada su labor en la FAO, como Representante Permanente ante los organismos del sistema de las Naciones Unidas en Roma, donde ocupó, además, el decanato del Cuerpo Diplomático y presidió al capítulo romano del G-77.
Incansable, ha escrito su valiosa obra de aquellos años de brega, “Presente”, colaborado como coautor en otros, dirige la revista “Escalinata”, órgano de la Cátedra José A. Echevarría, que fundó y preside, y fue designado Profesor de Mérito de la Universidad de La Habana, donde, cercano a los jóvenes de la FEU hodierna, revive los días de la gloriosa FEU de José Antonio y contribuye a sembrar ideas y valores en la joven generación.
No quiero robarle más tiempo a quienes también desean contribuir a este homenaje amistoso --aunque podría relatar nuestras andanzas en Nueva York, la visita a Alonso Pujol para recabar fondos para armas, nuestra común amistad con ese gran escritor mexicano que fue Andrés Iduarte y muchas otras cosas. Nuiry, con sus mozos 80, sabe que siempre se es joven cuando no se teme a la muerte, se es alérgico a la papada, la pose doctoral y la autocomplacencia y, sobre todo, mientras el músculo primo –como decía su maestro, Raúl Roa-- permanezca retozón.
¡Hasta los 120!
La Habana, 19 de junio de 2012
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